CONSTRUIRME

Crucé cielos y aeropuertos, crucé el día y la noche, crucé idiomas, camas y palabras. Partí y me partí. En el camino dejé pedazos de mí que se arrancaron en el vuelo.

PULSO.

Se ha quedado muda. Se le han perdido las palabras. El amor se le trabó en el medio de la garganta y cayó fulminada en la cama esperando desangrar y quedarse seca. Rota. Está rota.

Corazones Vagabundos.

Comprenderás porque -inútilmente- ahogan sus penas en suave alcohol, y porqué cada tanto se dejan besar un poco sin pasión, un poco con rencor.

El arrastre.

Su arrepentimiento solo la llevó a marchar hacia adelante. Sabía que la olía, que podía distinguir la frustración en su piel, y eso la excitaba de la forma más desesperada.

GOTERAS

Y al final de la noche, y de la lluvia, cuando el cielo empezó a pintarse de azul oscuro, anunciando el alzamiento de un nuevo día, no me quedaban toallas ni trapos secos, ni ganas de secar la casa, ni de sacarme a mí de la caja.

Perdiendo Vuelo

Escapar y otros aderezos, entre excusas y ropa, me llevaron hasta allí. Necesitaba cerrar la puerta, apagar la luz dentro de mi cabeza, fantasear con castillos, dragones y otras cenizas del tiempo. Pero salí impulsada por dejar que las cosas se asienten solas un poco lejos y no choqué, pero llegué tarde.

Cociente* Inconsciente (o Mi Reino Onírico)

El drama absurdo de la tele no rellenó ninguno de mis agujeros existenciales, y el café medio frio en la taza, junto con el resto de las galletas aburridas, parecía más una nota de suicidio de mi falta de esfuerzo, que el disparador para empezar una nueva mañana.

Cuarentena del Corazón.

Pensaba pero no quería pensar. Aparecían los pensamientos cada vez que -sin querer- les daba lugar y me pesaban, me dolían, me gritaban y me confundían. Por eso, para combatirlos, usé mi ansiedad, mi peor secuaz para resolver cosas.

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